Alonso Salazar J
Publicada en: https://noapto.co/respuesta-de-alonso-salazar-a-la-columna-de-daniel-yepes-naranjo/
Apreciado Daniel,
Agradezco que valores mis expresiones y que me invites a una conversación sobre la ciudad. Siempre es buen momento para revisar. Si algo deja de lección de esta coyuntura es que se debe hacer veeduría a todas las administraciones y no solo a la más problemáticas. Aquí van algunas notas para alimentar esta conversación.
Lo más importante, y difícil, es tener una perspectiva de futuro compartida y, aunque al revisar nuestra historia parece ratificarse aquella sentencia sobre lo incierto que es el pasado cuando intentamos interpretarlo, no podría decir que su valoración no es trascendente. La afirmación que hay en tu carta sobre el Modelo Medellín es sobre el pasado y me motiva a extenderme en esta respuesta. La memoria social es frágil y caprichosa y es entendible que a la mayoría, entre la gente más joven, esa expresión no le diga nada. Pero además hay quienes han decidido que Medellín no tuvo historia entre los años noventa y el arranque de este siglo; y no reconocen hechos sobresalientes y el giro que la ciudad dio con la entrada de Compromiso Ciudadano a la política local. Entre estos negacionistas están los políticos tradicionales desplazados y sectores de la izquierda que vieron desde la orilla fluir el rio, el interesante proceso de resurrección de la ciudad, resumiéndolo en una frase realmente pobre: Todo esto se trató del reacomodo del modelo dominante. Es tan simple este enfoque como el que desconoció la peculiaridad de las crisis de violencia y narcotráfico que la ciudad vivió.
Sobre esos años noventa escribí “Las otras memorias”, un libro publicado recientemente por Comfama. Y recomiendo la lectura de Medellín, tragedia y resurrección de Gerard Martin, un texto extenso, el mejor que he conocido sobre la historia de Medellín.
Es difícil transmitir el calado de la crisis de los años noventa. Hubo un colapso del Estado como administrador de seguridad y justicia, el fin primordial para el que fue establecido. La ciudad fragmentada estaba controlada por bandas de sicarios, por milicias guerrilleras y el narcoterrorismo iba dejando muerte y cicatrices. La cifra de homicidio, la más alta del mundo, y quizá el hecho de que los policías buscaran refugio en barrios controlados por las milicias guerrilleras, para huir de los sicarios, nos deja entrever la descuadernada realidad.
En esas circunstancias de No Futuro, se dio un proceso, con amplitud y profundidad social, sobre el cual se le hace un merecido reconocimiento a María Emma Mejía. En esos años se sembraron semillas de lo que sería el urbanismo social, se dieron múltiples conversaciones entre las cuales sobresalen los foros Medellín Alternativas de Futuro que, con una metodología participativa, congregaron a miles de personas que no se reconocían como interlocutores.
La clase política local y regional, aunque no obstruyó el trabajo de la Consejería si lo desconoció. Si había logrado ser “popular” en medio de la hecatombe, le era aún más fácil ignorar los procesos de restauración social que de momento no parecían ser fuente de votos, ni de riqueza. En el gobierno del alcalde Sergio Naranjo se apoyó el Plan Estratégico para Medellín que dio, en cierta medida, continuidad al proceso de elaboración de la compartida de futuro, que venía de atrás. El alcalde Luis Pérez cortó ese vuelo. Y, al mismo tiempo, su fama de corrupto hizo que la crisis de la ciudad tocara por primera vez a la clase política.
Podría decirse que el triunfo de Sergio Fajardo en el 2003 fue una respuesta a la corrupción exacerbada y la expresión electoral de la sociedad civil cualificada que se impuso sobre la clase política tradicional. Y muchas cosas sucedieron, Medellín hizo clic en los dos gobiernos de Compromiso Ciudadano. Y aunque pueda ser un poco tedioso, a estas alturas de la discusión es necesario detallar parte de los logros: se establecieron métodos transparentes de contratación y se realizaron las ferias de la transparencia, el nivel de confianza en la administración creció; se estableció el presupuesto participativo, se motivó a las comunidades para que fueran veedoras de las obras. En Urbanismo social: se diseñaron, con participación comunitaria, los Proyectos Urbanos Integrales (PUI) de la nororiental, Doce de Octubre y la comuna 13. Se modernizó la Unidad Deportiva Atanasio Girardot y se construyeron escenarios nuevos para los Juegos Deportivos Suramericanos. Se peatonalizó Carabobo, se recuperaron los edificios Vásquez y Carré. En educación y cultura, se construyeron y remodelaron decenas de colegios, se organizaron concursos para estimular instituciones, profesores y estudiantes; se puso en marcha el programa Buen Comienzo; se construyeron parques biblioteca; se creó la Secretaría de las Mujeres y el concurso Mujeres Talento reemplazó el reinado de belleza. En movilidad se puso en operación el Metroplús, se construyeron dos metro-cables y el cable de Palmitas y se dejó contratado y diseñado el tranvía de Ayacucho. Se construyeron más 17.000 viviendas de interés social; se remodeló el Jardín Botánico y su entorno, se construyó el Parque Explora, el viejo cerro de basuras de Moravia se convirtió en un jardín urbano. En salud: se modernizó la infraestructura de Metrosalud y se construyó el hospital pediátrico Concejo de Medellín. En materia de seguridad y convivencia: se dejó gestionada la cárcel de Pedregal, se construyeron estaciones de policía y los CAI periféricos; se creó el Sistema de Información para la Seguridad y la Convivencia SISC; se creó el programa de atención a las víctimas de la violencia; se estableció la oficina de derechos humanos 24/7 con la Personería de Medellín; creamos el proyecto Fuerza Joven para atender jóvenes en riesgo; asumimos el proceso de reinserción de más de 4.000 integrantes de la autodefensa; montamos un programa de atención a la penados y post-penados; con recursos de Medellín, y en concertación con Epm y empresas del sector eléctrico, se apoyó el proceso de retorno de población desplazada al Oriente Antioqueno. Se consolidó la presencia nacional de Epm y se continuó la exploración para su crecimiento internacional, se construyó la hidroeléctrica Porce III, mejorando los indicadores sociales, y se dejó en marcha la construcción de Hidroituango. En servicios públicos: Se nivelaron las tarifas de energía con las zonas rurales que pagaban tarifas más altas, se electrificaron las zonas campesinas hasta lograr el 90 por ciento de cobertura, se estableció la energía prepago y fuimos pioneros en el mínimo vital de agua para los más pobres. En protección animal: se ampliaron los servicios para la atención de gatos y perros; se erradicó el uso de caballos para tracción animal dotando de motocarros a los llamados cocheros. Se construyeron los Centros de Desarrollo Zonal (Cedezos) para los programas de emprendimiento y se impulsó el microcrédito a través del Banco de las Oportunidades. Se diseñó el proyecto Ruta N y se construyó su edificio. Se impulsaron, con la Cámara de Comercio, los clústeres para mejorar la dinámica empresarial.
En fin, se innovó en metodologías y fue significativo el volumen de la obra física y social, teniendo la ética y la estética como elementos que enriquecen lo público. Ninguna cifra indicaba un punto de llegada, teníamos conciencia de que solo se cruzaron metas volantes y que las conquistas sociales eran frágiles.
Algunas de esas obras se convirtieron en íconos, en referentes de nuevas formas de intervención en contextos populares y de manejo del conflicto que se ha tomado una buena parte de las urbes. Desafortunadamente entre centenares de construcciones vino a fallar la biblioteca España, que fue un símbolo inicial muy poderoso de la decisión de atender con prioridad y calidad las zonas por las que habían pasado todas las violencias. (La biblioteca España falló por errores de diseño y construcción, no por corrupción).
Concebimos además que la transformación de la ciudad trajo cambios culturales y logró levantar la autoestima de la ciudad que llevaba años caída. Por ello se celebraban como logros colectivos los reconocimientos que la ciudad empezó a recibir. Tal vez la expresión Modelo Medellín empezó a usarse cuando se hizo una primera sistematización de la experiencia a propósito de la asamblea de 50 años del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). El Modelo Medellín no era un punto de llegada, mucho menos una idealización de la ciudad, era una manera de gestionarla en la que se combinaba, para cada programa o proyecto, el esfuerzo público con la movilización social, de comunidades, hasta la clase empresarial. Incluso el libro publicado para la ocasión se llamó Laboratorio Medellín, para significar que se estaba en evolución y aprendiendo. https://acimedellin.org/wp-content/uploads/2017/06/laboratorio-medellin-acimedellin.pdf
Después de 2011, algunos de estos programas tuvieron continuidad, pero las formas tradicionales de administración fueron regresando y el Modelo Medellín se fue vaciando hasta que, de él, quedó solo el cascaron de la vanidad. En una relectura de esta historia habrá que diferenciar entre reconocimientos legítimos que la ciudad recibió y aquellos que se recibieron solo por inercia de la imagen internacional y que, en alguna medida, se usaron para maquillar el estancamiento o el retroceso de la ciudad.
Es tan absurdo entonces afirmar que existió una ciudad ideal, como lo es la postura de quienes, opuestos a las dinámicas transformadoras, o quienes las miraron desde el margen, han procurado posicionar la idea de que no hubo nada, que el modelo consistió en favorecer intereses del sector privado. Versión que llegó a un extremo en el caso de Hidroituango y Epm, en torno al cual la administración, y sus aliados políticos, afirman que la contingencia se debió al robo y el saqueo que hizo el GEA con la complacencia de alcaldes y juntas directas de Epm. Al final ha venido a saberse que el derrumbe del túnel que ocasionó la emergencia fue un hecho imprevisible y así lo habían aceptado las empresas aseguradoras. Y que el discurso del alcalde Quintero contra los empresarios desvió la atención de la ciudadanía mientras se iban generalizando prácticas corruptas en la administración y se facilitaba la toma hostil de empresas paisas por parte de un grupo financiero asociado con fondos árabes.
Difícil responder a la pregunta sobre por qué se produjo la elección de Quintero y por qué ha logrado hacer tanto daño. Desde luego, es el resultado de la falta de continuidad de un proyecto ciudadano y no estamos exentos de responsabilidad, pero esa es otra discusión. El “fenómeno Quintero” es también el resultado de ocultar a sectores políticos oscuros, herederos de la parapolítica y nexos con el narcotráfico, con los que había hecho arreglos, y la habilidad para mover el sentimiento antiuribista; y es una mezcla de las formas más tradicionales de clientelismo político con las negativas prácticas de manipulación de las redes sociales.
Pero su margen de maniobra se ha ido reduciendo, nunca antes un alcalde había suscitado tanto rechazo de la ciudadanía. La revocatoria de su mandato, la veeduría y el control político, son formas de resistencia que se han plantado a pesar de los bloqueos que desde la administración se han intentado.
Quienes nos oponemos a Quintero y a sus formas corruptas no necesariamente coincidimos en un planteamiento sobre la ciudad que queremos y, menos aún, en un acuerdo político para lograrlo. Estas circunstancias validan las iniciativas cívicas, como la tuya, que promueven la construcción de una visión compartida de futuro para la ciudad. En lo personal me mantengo en mi decisión de no ser candidato y no regresar a un activismo partidista. Quiero, eso sí, diluir mi voz en un coro de hombres y mujeres que trascienda la oposición y vaya validando acuerdos sobre la ciudad que queremos. Se podría buscar una forma participativa, real y virtual, para formular una bitácora, que incluya los temas de equidad y sostenibilidad; que retome lo positivo de las experiencias y sea imaginativa para pensar el futuro.
De nuevo gracias por la invitación a conversar.
Con un abrazo,
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